El potencial de las Asociaciones Solidaristas de cara al futuro de las organizaciones sociales en Costa Rica**

9/7/20254 min read

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Las asociaciones solidaristas en Costa Rica representan un pilar fundamental de la economía social, aglutinando a más de 400,000 trabajadores y manejando activos cercanos a los $2,600 millones, equivalentes a un 3% del PIB nacional en 2023. Estas organizaciones, reguladas por la Ley 6970, han demostrado ser un vehículo efectivo para promover el ahorro, la estabilidad laboral y el bienestar social. Sin embargo, en un entorno económico y social en constante cambio, su capacidad para adaptarse a los riesgos emergentes determinará su relevancia futura. Este artículo explora el potencial de las asociaciones solidaristas desde una perspectiva de análisis de riesgos, destacando oportunidades y desafíos clave para su sostenibilidad. Un modelo resiliente con retos por delante Las asociaciones solidaristas han mostrado una notable capacidad para generar beneficios sociales y económicos. Por ejemplo, algunas de ellas distribuyeron $265 millones en excedentes solo en el 2022, fomentando el consumo y la reactivación económica, especialmente durante la pandemia. Además, estudios recientes de la Universidad de Costa Rica (2025) indican que la afiliación a estas organizaciones incrementa la probabilidad de mantener empleo formal y estabilidad laboral, un impacto significativo en un mercado laboral volátil. Sin embargo, su modelo basado en la autorregulación y la gestión de recursos cerrados enfrenta riesgos que requieren atención estratégica.

Riesgos financieros: la necesidad de una gestión robusta

Uno de los principales riesgos financieros es la posibilidad de impago de préstamos otorgados a los asociados, un desafío conocido dentro del sector. La ausencia de supervisión financiera externa, según lo establecido por el Conassif en 2021, implica que las solidaristas dependen de su propia gobernanza para mitigar este riesgo. Varias organizaciones han implementado comités de riesgo y auditoría, pero no todas las asociaciones cuentan con estructuras de gobierno corporativo tan desarrolladas. La falta de controles internos efectivos puede derivar en errores administrativos o fraudes, lo que pone en peligro los ahorros de los asociados.

Otro riesgo financiero radica en la inversión de recursos. Muchas solidaristas invierten en títulos del gobierno, lo que reduce la presión fiscal, pero la concentración en este tipo de activos puede exponerlas a fluctuaciones en las tasas de interés o cambios en la política monetaria. Diversificar las carteras de inversión, manteniendo un enfoque prudente, será crucial para maximizar la rentabilidad sin comprometer la seguridad.

Riesgos operativos: modernización y capacitación

El riesgo operativo, derivado de procesos administrativos muy manuales y con una importante obsolescencia acumulada, es otro desafío significativo. Por ejemplo, el Ministerio de Trabajo ha señalado demoras en la emisión de personerías jurídicas debido a sistemas arcaicos, lo que afecta la agilidad de las solidaristas para cumplir con requisitos legales. La modernización tecnológica, incluyendo software de gestión y plataformas digitales, puede reducir estos riesgos, pero requiere inversión y capacitación. Sin mebargo, ahay Asociaciones que han avanzado en la profesionalización de sus juntas directivas, pero muchas otras carecen de miembros con conocimientos en finanzas o contabilidad, lo que limita su capacidad para tomar decisiones informadas.

Riesgos regulatorios: el equilibrio entre autonomía y supervisión

Aunque el Conassif eximió a las solidaristas de la supervisión de la Sugef, aquellas con activos superiores a ₡35,000 millones enfrentan un entorno regulatorio más estricto desde 2020. Este cambio exige fortalecer el modelo de Gobernanza, Riesgos y Cumplimiento (GRC), que integra indicadores, roles y tecnologías para optimizar la gestión. Sin embargo, la regulación excesiva podría limitar la flexibilidad que ha permitido a las solidaristas adaptarse a las necesidades de sus asociados.

El proyecto de Ley 22.980, en discusión en la Asamblea Legislativa, busca fortalecer estas organizaciones, pero debe evitar imponer cargas administrativas que desincentiven su operatividad.

Oportunidades para el futuro

A pesar de estos riesgos, las asociaciones solidaristas tienen un enorme potencial para consolidarse como agentes de cambio social. Su capacidad para promover el ahorro y financiar proyectos de vivienda, educación y salud las posiciona como aliados estratégicos del Estado en la reducción de la pobreza. La firma de convenios, como el del Movimiento Solidarista Costarricense con empresas especializadas en el modelo GRC Solidarista como Quantum Consulting en 2025, abre las puertas a investigaciones, servicios y programas de formación que pueden fortalecer su gestión. Además, la integración con políticas públicas, como el acceso a la banca de desarrollo, podría amplificar su impacto.

  • Para aprovechar estas oportunidades, las solidaristas deben priorizar:

  • Fortalecimiento del gobierno corporativo: Implementar autoevaluaciones anuales de las juntas directivas y capacitar a sus miembros en gestión de riesgos.

  • Diversificación de ingresos: Explorar nuevas fuentes de ingresos lícitos, como donaciones o proyectos de impacto social, sin comprometer su modelo cerrado.

  • Adopción tecnológica: Invertir en sistemas digitales para mejorar la eficiencia y transparencia en la gestión de recursos.

  • Colaboración intersectorial: Articularse con otras organizaciones sociales para maximizar su contribución al desarrollo humano.

Conclusión

Las asociaciones solidaristas en Costa Rica son un ejemplo de cómo la cooperación libre entre obrero-patronal puede generar bienestar económico y social. Sin embargo, su futuro depende de su capacidad para gestionar riesgos financieros, operativos y regulatorios de manera proactiva. Al fortalecer su gobernanza, diversificar sus estrategias y abrazar la modernización, estas organizaciones pueden no solo mantenerse relevantes, sino convertirse en un modelo de resiliencia y equidad en un mundo cada vez más incierto. El desafío es claro: transformar los riesgos en oportunidades para construir un solidarismo más fuerte y sostenible.